El Museo del Palacio de Bellas Artes causó un escándalo con su exhibición “Emiliano. Zapara después de Zapata”, curada por Luis Vargas; que creció hasta llegar al presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, por haber incluido y utilizado prácticamente como publicidad central la pintura “La Revolución” del pintor Fabián Chairez.
De lenguaje y composición pobre, así como errores en las proporciones anatómicas (el cuello del caballo y la cabeza del personaje), la obra muestra un hombre desnudo, con sombrero charro color rosa, un listón tricolor y una zapatilla que mezcla un tacón-revólver; montando un inexpresivo caballo blanco con una erección, flotando en medio de la nada.
Antes de alimentar la polémica entendamos que no se trata de una obra de arte creada por un artista, es un cartoon hecho por un decorador, una pintura burda y básica, que ha recibido una respuesta del mismo nivel. No expresa pensamiento crítico ni inteligente. Es de fácil impacto y apela al escándalo a través del mal gusto. Por eso ha necesitado que todo el aparato cultural gubernamental use sus herramientas para avalarla, explicarla y justificarla, siendo la única obra de la exposición difundida a través de las redes sociales de la Secretaría de Cultura, de manera individual, mencionando al autor, el título y su justificación, junto a una breve semblanza y cuerpo de obra.
Independientemente de las reacciones homófobas, que afortunadamente han sido reprobadas por todos los niveles de gobierno y los medios de comunicación, se pasa por alto el hecho de que estamos frente a una campaña de marketing obtusa generada por la propia Secretaría de Cultura y el Museo del Palacio de Bellas Artes: publicitar la exposición a través de un escándalo mediático sin medir las consecuencias. La decisión, por supuesto ha costado e incluso tuvo que ser validada por el propio presidente para evitar que el tema siguiera escalando.
El 10 de diciembre, un grupo de acarreados de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA) liderado por Álvaro López, tomaron el palacio de Bellas Artes impidiendo el acceso a salas y demandando que la obra fuera retirada e incluso destruida. El grupo se enteró, ya estando dentro del museo, del motivo por el cual se manifestaban, aunque no terminaban de entender si exigían que la pintura se quedara o se fuera.
El director del museo, Miguel Fernández Félix, no dimensionó la bomba que llegaba a sus manos y permitió el acceso a los “manifestantes” intentando saludarlos y darles un tour, como si se tratara de un grupo escolar. Evidentemente los acarreados no tenían el menor interés de escuchar su perorata y al grito de “¡fuera!” y “¡cobarde!”, huyó del encuentro.
Casi al mismo tiempo llegó un pequeño grupo de activistas LGBT+ que se dedicó a increpar de manera retadora al líder y los acarreados de la UNTA. Esto derivó en una golpiza propinada a un par de jóvenes que habían sido convocados por el pintor y otros activistas, a través de redes sociales, para hacer contrapeso a la manifestación. ¿Qué diálogo o debate pretendían generar los activistas con personas que no tenían el menor interés en la exposición y cuya presencia se debía a que, seguramente, reciben dinero a cambio de hacer un plantón y corear consignas?
Decoración y arte
El curador declaró a MVS que incluyó la pieza en la muestra porque para él representa “el heroísmo de un ícono de la nación visto desde una manera no opresora sino con sentido del humor jugando con una masculinidad afeminada” Es decir, reconoce públicamente que la pieza es un chiste. Concluyó que “gracias a esta polémica la pieza se convierte en un símbolo que pasará a los libros de texto y se dijo contento con el resultado de la exposición”.
Chairez declaró entre titubeos a El Heraldo de México, que pintó el cuadro porque necesitaba verse representado con otras manifestaciones de masculinidad y que las interpretaciones del público son lejanas a sus intenciones.
Parece, entonces, que el doctorado en historia del arte y el curriculum que ostenta Luis Vargas en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM le sirvieron solo para determinar que una de las piezas más importante de su curaduría se encontraba en un antro, esto no es una metáfora, Chairez es el decorador de un par de antros en Ciudad de México. Sin embargo, ninguno de los dos comprende que no es lo mismo decorar un antro que colgar una obra en Bellas Artes. Una pintura polémica supondría un parte aguas en la carrera de un pintor y sin embargo se escogió una obra mediocre dentro de la producción de Chairez, para hacerlo debutar en Bellas Artes. Recinto idílico para cualquier creador por ser el más importante del país.
Manotazo de poder al gobierno
Desconocemos el costo de la negociación hecha por el gobierno federal con la UNTA, solo sabemos que la Secretaría de Cultura acordó con otra parte de la familia Zapata, por instrucción del presidente, no retirar la pieza de Chairez de la exposición, pero incluir una nota que indique la inconformidad de la familia por su presencia. Retirar la pintura habría sido, sin duda, un error, aunque su permanencia sirvió como moneda de cambio a los grupos de poder involucrados en el escándalo.
Entonces ¿A quién benefició la polémica?, ¿a quién reivindica la obra? ¿Quiénes tienen hoy tan buenas relaciones con la Secretaría de Cultura, donde el presupuesto federal está de por medio, que pudieron negociar la presencia de la pieza?
Lograron escandalizar y crear una polémica patética y maniquea digna de un reality show, pero es una lástima que haya sido a partir de una pintura mediocre y una mala decisión curatorial. Usando como pretexto la libertad de expresión y los derechos de las personas LGBT+, y el museo más importante del país como escenario.
El pintor obtuvo los 15 minutos de fama que prometió Andy Warhol y los ha aprovechado presumiendo el alcance que su polémica ha dado: primeras planas, entrevistas y compradores. Además de organizar manifestaciones para apoyarlo.
La imagen de Zapata seguirá siendo respetado y admirado porque representa la lucha de los oprimidos contra la injusticia de los poderosos. Vive en nuestra memoria colectiva y reivindica a quienes son conscientes de que esa lucha sigue peleándose desde distintos espacios de la sociedad. No pertenece ni corresponde a la élite patriarcal opresora, como declaran el pintor y el curador, pertenece a quienes luchan contra ella.
Revisemos nuestra historia y escojamos en manos quién la queremos escuchar reinterpretada. Si de los descendientes de quienes declararon muerto al zapatismo, porque sus apellidos siguen en las revistas de sociales, o de quienes siguen manteniendo vivos sus ideales, porque sus apellidos siguen siendo estigmatizados o ignorados por los medios.
Este artículo fue publicado en el periódico El Siglo de Torreón el pasado domingo 15 de diciembre de 2019
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